18.ª Feria Internacional
del Libro de Venezuela

del 10 al 20 de noviembre

La feria | Vladimir Acosta

El pasado jueves 4 comenzó la XVII Feria internacional del libro de Caracas que luego se expande a todo el país. Y en medio de la crisis que vivimos y de las inevitables dificultades que nos acosan, podemos disfrutar colectivamente de ese espacio masivo y popular de encuentro físico con la cultura, con los libros, animados por la alegría y la esperanza que nos transmite esa hermosa fiesta cultural, producto de largos y difíciles esfuerzos.

Es que Venezuela no fue nunca país de lectores en que se escribiesen y leyesen muchos libros y del que pudiese decirse que en él la lectura fuese acto cotidiano. En la colonia española había al inicio del siglo XIX una clase criolla explotadora rica y culta, aunque el pueblo, discriminado, pobre y explotado, se hallaba sometido además a esa profunda ignorancia que le permitió luego a Bolívar decir con razón en Angostura que, más que con la violencia, había sido con ella que España nos había tenido sometidos.

Pero ese pueblo tenía conciencia de sus intereses, lo que forzó a la élite criolla, para incorporarlo a la lucha independentista, a hacerle promesas que no cumplió luego de obtener la independencia. Y esto, a lo largo de ese siglo, llevó al pueblo, analfabeto pero rebelde, a seguir luchando por sus derechos, preteridos por esa clase dominante. La educación, elemental y solo masculina, siguió en manos de la Iglesia, y ni conservadores ni liberales se ocuparon mucho de educar al pueblo, de fundar escuelas y liceos, ni de formar maestros y profesores. Venezuela siguió siendo la misma, con una élite explotadora rica y culta y un pueblo pobre, miserable, analfabeto, con apenas idea de lo que era un libro, pero infatigable en luchar por sus derechos y en continuar la lucha cuando después de cada nueva revolución, éstos eran de nuevo traicionados.

Un cambio importante se produce con Guzmán Blanco y sus reformas liberales desde 1870. Guzmán reduce los privilegios de la Iglesia, entre ellos su control de la educación; hace al Estado director y administrador de esta; universaliza la educación primaria haciéndola gratuita y obligatoria; funda año tras año escuelas y liceos; y promueve la lectura y la formación de maestros. Eso funciona por dos décadas, pero luego, con la decadencia del liberalismo amarillo, viene el abandono. Y para fin de siglo, con escuelas en ruinas y maestros escasos y mal pagados, en una Venezuela entrampada en deudas impagables y amenazada de invasión europea, el analfabetismo logra su revancha. ¿Quién podía entonces pensar en esa Venezuela en Ferias del libro?

El proceso se reinicia con lentitud en el siglo XX. Los años de Castro se consumen en conflictos. La interminable dictadura de Gómez dura casi tres décadas. El petróleo empieza a cambiarlo todo, y en ellas se producen cambios lentos en cuando a poblamiento, crecimiento urbano, educación y alfabetización. La población crece, se expande la clase media urbana, la educación sigue siendo restrictiva, conservadora, privada y elitesca, el pueblo continúa en la miseria, consumido de hambre, represión y paludismo. Los campos petroleros son un ejemplo. Es al final del gomecismo que se replantea el tema de educar y alfabetizar al pueblo, lo que cobra importancia con los gobiernos de López Contreras y Medina en los que la educación mejora, se amplía, y el analfabetismo disminuye. Pero estamos todavía muy lejos de libros y de ferias del libro.

El trienio adeco constituye un cambio sustancial en esos campos. La educación del pueblo cobra carácter prioritario, es gratuita, mejora su calidad, se masifica, aumentan escuelas y liceos, y se la libera de ataduras religiosas y privadas con las que coexiste.

La dictadura perezjimenista es en esto un retroceso: dominan la educación privada y cara, el conservatismo, el control policial de los liceos y la represión y cierre de universidades. Pero crecen la población, la clase media y las ciudades y sigue disminuyendo poco a poco el analfabetismo. Las librerías son pocas y la mayor parte de nuestros libros se editan todavía en España, México o Argentina. Y en medio de la represión, el pueblo, que ha militado ya en partidos, adquiere más conciencia.

El 23 de enero abre una nueva fase. Con la Cuarta república, pronto entreguista y represiva, se inicia un proceso de crecimiento económico dependiente, crecen las ciudades y la población, se estimula la educación, que se masifica, y disminuye con planes el analfabetismo, aunque éste encuentra pronto sus límites y la pobreza no deja de crecer. No obstante, en las décadas de los 70 y 80 Venezuela vive un auge cultural y edita ya sus propios libros. Se crean Monte Ávila y la Biblioteca Ayacucho (la segunda, pues la primera la creó Blanco Fombona en España en 1924). En las décadas finales de la Cuarta república se realizan foros y encuentros culturales, aumentan los libros y las librerías (aunque los libros son caros y el pueblo teme visitarlas); y sobre todo, se inician las ferias del libro, que son abiertas y participativas, pero no llegan al pueblo y solo atraen y movilizan a la clase media culta.

Es que el creador de las Ferias del libro, de las verdaderas y plenas, es Chávez. Nadie puede negar su profundo amor por el pueblo ni la forma en que este se lo retribuía. Pero Chávez, tan amoroso del pueblo como de la lectura, no solo quería un pueblo al que estaba haciendo salir de la pobreza garantizándole su derecho al trabajo, a la salud, a la vivienda y a un salario digno, sino también un pueblo culto, con acceso pleno a la educación, a la cultura y a los libros. Crea la enorme imprenta de Guarenas, que no cesa en su trabajo. Venezuela se llena de editoriales, de libros y de librerías, que ya no asustan al pueblo. Y lo más importante, de lectores y lectoras buena parte de los cuales son gentes del pueblo. Se edita todo tipo de libros y los precios se abaratan. Las ferias son espacios masivos y alegres de foros, discusiones y encuentros, y de ellas sale pueblo bien provisto de esas armas poderosas que suelen ser los libros.

Luego viene la crisis. Muere Chávez, los problemas acumulados caen sobre Maduro. Guarimbas y conspiraciones. Se inicia el bloqueo yankee, se dispara la inflación, se derrumban los salarios. Pero en medio de todo, con menos gente y menos libros, las ferias siguieron en esos terribles años y, aunque reducidas, han resistido luego a la pandemia. Y en estos dos últimos años han empezado a recuperarse y a crecer.

Esta recuperación y crecimiento es en gran parte obra de Ernesto Villegas, ministro de Cultura que tiene una visión plena y múltiple de esta, y de Raúl Cazal, presidente del Centro nacional del libro, que comparte ese esfuerzo y esa visión. Y es que ya no se trata de recuperar solo la edición de libros sino sobre todo de difundirlos, es decir, que la prioridad sea digitalizarlos y lanzarlos a las redes, sin lo cual resultan obras sin trascendencia. Son esas las ideas que reaniman estas últimas ferias, lo que garantiza su crecimiento, sus logros y su proyección.

Pero se supone está claro que, por importantes que sean, las ferias no son el centro de todo. Lo central es la lucha por la soberanía y contra el coloniaje, la urgencia de enfrentar la desigualdad creciente que amenaza convertirnos en país de una elitesca minoría de superricos y una creciente mayoría de super pobres. Lo central es la lucha por recuperar nuestra capacidad productiva, la solidaridad humana amenazada por el individualismo, y la convivencia pisoteada por la pérdida de valores humanos, impulsando por supuesto la lucha por derrotar la imparable inflación y el insoportable derrumbe de nuestros sueldos y salarios. Sin olvidarlo, disfrutemos en estos días de esa feria, de esa hermosa fiesta cultural que nos alegra y que da vida y fortaleza a nuestras esperanzas.

Vladimir Acosta/Últimas Noticias

Mario Sanoja Obediente

Caracas, 1934 – 2022

Doctor en Antropología por la Universidad Central de Venezuela, licenciado en Etnología por la Universidad de La Sorbona, París. Colaborador científico del Smithsonian Institution en 1967. Investigador y docente. Fue profesor de posgrado en varias universidades venezolanas. Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela. Miembro del Comité Redactor de la Historia Científica y Cultural de la Humanidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).Fue profesor invitado de la Escuela Nacional de Antropología de México, de la Universidad Nacional de Costa Rica, de la Universidad del Norte, Barranquilla, Colombia; de la Universidad de Copenhagen, Dinamarca, de la Universidad Autónoma de Barcelona. Conferencista Invitado en varias oportunidades por el gobierno de Rusia en diversas instituciones académicas y culturales de ese país. Mario Sanoja es considerado un teórico del Socialismo Bolivariano, proyecto que concibió unido irrestrictamente a la práctica revolucionaria.  Fue precursor de la arqueología marxista en Venezuela, y de la arqueología social Latinoamericana. Recibió la Orden José María Vargas, al Mérito Académico en primera y segunda clase; la Orden Nacional del Mérito al Trabajo en su primera clase.  Recibió en 2004 y 2006 el Premio Nacional de Cultura, Mención Humanidades. En 2018  le fue otorgado el Premio Nacional de Historia y en 2019 fue designado Cronista de la Ciudad de Caracas. Alcaldía de Caracas-Cámara Municipal del Municipio Libertador. Autor de más de 70 libros entre los que destacan: Historia Sociocultural de la Economía Venezolana (2011), Del Capitalismo al Socialismo del Siglo XXI- Perspectiva desde la Antropología Crítica (2012), El Alba de la Sociedad Venezolana (2013). En coautoría con Iraida Vargas Arenas escribió los libros: Hacia una teoría de la sociedad comunal (2019), La fragua del bravo pueblo (2018), La larga marcha hacia la sociedad comunal (2015), entre muchos otros.

Iraida Vargas Arenas

 (Maracay, estado Aragua, 1942)

Antropóloga por la Universidad Central de Venezuela, Magíster en Historia Contemporánea de Venezuela, Doctora en Historia  y Geografía Cum Laude por la Universidad Complutense de Madrid. Se ha desempeñado como docente en universidades de España, México, Costa Rica y Colombia. Es investigadora emérita por parte del Ministerio del Poder Popular para la Ciencia, la Tecnología y la Innovación en nuestro país y colaboradora científica del Smithsonian Institution de Whashington DC. Desde 1967 ejerció la docencia y la investigación en el Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la UCV. Se ha desempeñado como investigadora en el área de Arqueología del Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela. Académica y conferencista dedicada al estudio de las gestas emancipadoras en Latinoamérica y el Caribe con enfoque de género. Impulsora de las teorías feministas en contextos socio políticos progresistas. Su intenso trabajo intelectual ha significado un gran aporte a la historia revisitada de Venezuela.

Ha publicado libros y artículos científicos en revistas especializadas tanto nacionales como internacionales. Autora y coautora de numerosos libros, su trabajo investigativo ha sido reconocido con el Premio Municipal de Literatura, mención ensayo Manuel Díaz Rodríguez, 1974; la Orden al Mérito Académico Dr. José María Vargas de la UCV, 1ra. Clase, 1993; y el Premio Nacional de Cultura, mención Humanidades, 2008. Entre sus trabajos de investigación se encuentran Arqueología, ciencia y sociedad (1990); Historia, identidad y poder (1993); La historia como futuro (1999); Historia, mujer, mujeres: origen y desarrollo histórico de la exclusión social en Venezuela: el caso de los colectivos femeninos, (2006); y en coautoría con Mario Sanoja, ha publicado los libros: La larga marcha hacia la sociedad comunal (2015), Razones para una revolución (2007) y Del rentismo al socialismo comunal bolivariano (2019), entre muchos otros. Así mismo, más recientemente se han reeditado los títulos: El agua y el poder. Caracas y la formación del estado colonial caraqueño 1567-1700; Resistencia y participación. La saga del pueblo venezolano; Antiguas formaciones y modos de producción venezolanos; Los hombres de la yuca y el maíz y una primera edición de Venezuela en su camino hacia el socialismo bolivariano.

Carmen Clemente Travieso

(Caracas, 1900 – 1983)

Escritora, periodista, ensayista, investigadora, militante y activista por los derechos de la mujer. Precursora del feminismo en Venezuela. Hija de Lino Clemente y Mercedes Eugenia Travieso, era la bisnieta del prócer de nuestra independencia, Lino de Clemente. Fue ávida lectora desde muy pequeña, iniciándose en las letras al elaborar historias propias a partir de los cuentos que su abuela Trinidad Domínguez de Travieso le narraba. Labró una amistad entrañable con el poeta, humorista, político y abogado Andrés Eloy Blanco, que permaneció hasta la muerte del escritor. Primera mujer en obtener el título de reportera en la Universidad Central de Venezuela, iniciándose en este oficio en 1944 al ingresar al diario Últimas Noticias. Escribió para los impresos Hoy, El Nacional, El Universal, Ahora, Últimas Noticias y en las revistas Élite, Páginas y Estampas. Su primer artículo publicado el 31 de marzo de 1936 por el periódico Ahora, estuvo dedicado a la exhortación de las mujeres venezolanas en la defensa de sus derechos sociales, económicos y políticos.  También fue la primera mujer postulada por un partido político para ejercer un cargo de elección popular, siendo candidata del Partido Comunista de Venezuela a la Asamblea Nacional Constituyente de 1946, donde las mujeres votaban por primera vez.

Pionera en la actividad periodística venezolana y como militante de izquierda, luchó contra la férrea dictadura de Juan Vicente Gómez, en apoyo a la Generación del 28, convirtiéndose en un símbolo femenino de combate, que irrumpe en los albores del siglo XX.

Estuvo activa en la reproducción, distribución y redacción de periódicos como El Imparcial, La Boina y el diario El Martillo, órgano difusor del Partido Comunista del que forma parte, creando en 1930 su primera célula femenina junto a Margot García Maldonado y Josefina Juliac. Funda la Asociación Cultural Femenina, que proponía reformas al Código Civil a favor de derechos equitativos entre hombres y mujeres, y crea la Casa de la Obrera, donde se impartían clases y se debatían temas de interés mediante la participación popular con foros y conferencias. Entre 1936 y 1948 publicaba en su página Cultura de la mujer, artículos en el contexto del insipiente feminismo de la época, cuya óptica particular se decantaba por una lucha propia, evitando la competitividad con el hombre.

Publicó los títulos: Mujeres venezolanas y otros reportajes (1951), Teresa Carreño (1953), Las Esquinas de Caracas (1956), Mujeres de la Independencia (1965), Anécdotas y leyendas de la Vieja Caracas (1971) y La Mujer en el Pasado y en el Presente (1976). Gana el Premio otorgado por la Asociación Venezolana de Periodistas en 1948, obtiene el Diploma de Honor y Medalla al Mérito Avepista en 1966 y recibe la Medalla de pionera, conferida por el Colegio Nacional de Periodistas en 1981.