18.ª Feria Internacional
del Libro de Venezuela

del 10 al 20 de noviembre

Karibay Velásquez, una apología del derrumbre

Por Freddy Ñáñez

Las formas del fuego es una de las colecciones de Monte Ávila Editores más buscadas por los lectores acuciosos, esos que siempre están tras hallazgos, los que no dudan en tomar el riesgo por quienes llevan en su pecho, a veces con cierto orgullo, el estigma de nóveles. Al fin y al cabo de eso se trata la lectura: ir al encuentro del otro, a su descubrimiento. Da lo mismo si sobre ese otro llueve la fama o el misterio.

La anatomía del vértigo es uno de los libros que luce en ese catálogo que verá la luz en esta 18a edición de la Filven. Su autora es Karibay Velásquez, periodista y magíster en literatura latinoamericana (por la Universidad de los Andes). Su nombre no es del todo desconocido, si bien se ha destacado en el campo editorial también ha publicado en suplementos literarios ya extintos. Fue gerente de publicaciones de Monte Ávila en 2012 y hace parte del sello independiente Acirema. Pero hay más, sus primeros ensayos fueron publicados en la revista cultural Pie de Página y en la revista Casa, el órgano de difusión de la célebre institución Casa de las Américas.

En su lectura de El hombre que amaba las islas, de D. H. Lawrence, Velásquez nos anticipaba ya sus obsesiones personales frente al acontecimiento de una narración: esta novísima ensayista no va en procura de lo que la obra calla u oculta, su trabajo reside en mostrar las distintas maneras en que se nos entrega un mensaje. Velásquez toma partido por el autor, cree en ese personaje que ha jugado todas sus cartas y espera ser visto, un día, a los ojos. 

Dicho de otro modo, su ensayística se enfoca en dar cuenta de lo que sucede bajo las poéticas ajenas sin salirse del espacio discursivo que la contiene como habitante. De ahí que su prosa no dibuje una tangente en relación a sus autores y temas predilectos, por el contrario, resulta un franco pasillo hacia las palabras esenciales. Conque leer, desde su lectura, podría incomodar a quien evita la trastienda del teatro. Porque hacer notar al animal que se esconde y acompañarle desde sus dudas, sus temblores, sus pausas y su respiración, parece ser el motivo central de Karibay Velásquez.

Con La Anatomía del vértigo, su libro debut, la autora quiere que escuchemos nuevamente a Clarice Lispector: ese ícono de la literatura contemporánea que se ha fijado en el afecto de muchos y de quien pareciera haberse dicho todo ya. Velásquez va más allá del estudio académico y propone acá un tono íntimo donde la experiencia de leer interrumpe brevemente los alrededores que hay en ambos lados de los libros. Si a veces sube el tono de su propia voz, lo hace para construir una caja de resonancia donde Lispector dialoga con Lispector. Esto es como poner el oído en el corazón de una mujer que, al percibir a otra diluirse en palabras, señala simplemente. Dividido en 8 parágrafos cuyos títulos son ya una síntesis que ordena su paisaje íntimo, el libro transcurre de la siguiente manera: Primer destino, Contar sin contar y Acercamiento, momentos que sirven para moderar el misterio en torno a la mujer que da vida a una autora que se consume en animar su propio ser entumecido. Mientras que los capítulos La pasión según G. H., El verbo Lispector, Nunca nada es nada, La marca de la carencia y —el cual da título al libro— La anatomía del vértigo, resultan en una inmersión súbita en la obra de Clarice que nos aporta claves interpretativas sin salirse nunca de las fronteras de esa voz:

Hay un evento natural que desajusta el suelo. Una de las causas es la excavación que vuelve el terreno inestable y desencadena la caída de rocas provocando el derrumbe. Acaso sea este mismo fenómeno el que provoca la escritura. La palabra nace siempre en conflicto con la existencia cuando se socava en lo profundo, y en ese sentido decir no es otra cosa que el desplome que deja al descubierto los restos de erosiones previas en nuestra propia formación calcárea. El cataclismo nos sucede.

Y más adelante:

Hemos dicho que escribir es asistir al derrumbe, y nos preguntamos después de recorrer con Clarice cada una de las estaciones del viacrucis, por qué tras todos los intentos de evitar deslizamientos y estudiar las rutas alternativas de evacuación ante dicho fenómeno, nos hundimos, con la autora, ante el primer y definitivo movimiento que anuncia la catástrofe. Quizás como ella, también leemos para apurar la propia tragedia. Hemos de suponer que para Lispector escribir era un desbordamiento continuo, la salida del perímetro, y entonces su voz —que nos desequilibra y convoca a seguirla— resulta inconmensurable.

En su desarrollo narrativo, Velásquez apelará a un juego de planos que van desde el detalle de una semblanza periodística hasta las abstracciones alegóricas más subjetivas, respetando siempre la distancia, el velo, las fronteras que la propia Lispector demarca en cada cita. Aunque el abordaje privilegia la novela La Pasión según G. H., abundan las citas de cartas, diarios y otros cuentos que se articulan para modular la afirmación del alter ego G. H.

Por cierto, el modo en que Velásquez fragmenta a Lispector es una prueba de vida: estamos frente a dos autoras que parecieran saber todo la una de la otra. Para dibujar este acercamienco, que es también una caída en el otro, Velásquez se hace acompañar de una presencia casi fantasmal: Sören Kierkegaard. La reminiscencia filosófica está presente en todo el libro, por lo que no resulta extraño que a la mitad del ensayo se permita la conseja de un pensador de este tenor. Sin embargo, la tésis del existencialista danés viene a reforzar el gesto filopoético de Velásquez, una manera de decir que no ganará con ello terreno la intempestiva lógica. Al final dejamos, y sentimos que nos deja a la vez, una prosa breve y embellecida por un tejido lírico muy propio de la autora con la cual no pretende tapar el temblor que la obsesiona —en este caso las vacilaciones lispectorianas— sino contagiarnos de su pathos. La anatomía del vértigo es pues un ensayo literario en su sentido radical, al punto de ser también literatura en puro estado de gestación.

Mario Sanoja Obediente

Caracas, 1934 – 2022

Doctor en Antropología por la Universidad Central de Venezuela, licenciado en Etnología por la Universidad de La Sorbona, París. Colaborador científico del Smithsonian Institution en 1967. Investigador y docente. Fue profesor de posgrado en varias universidades venezolanas. Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela. Miembro del Comité Redactor de la Historia Científica y Cultural de la Humanidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).Fue profesor invitado de la Escuela Nacional de Antropología de México, de la Universidad Nacional de Costa Rica, de la Universidad del Norte, Barranquilla, Colombia; de la Universidad de Copenhagen, Dinamarca, de la Universidad Autónoma de Barcelona. Conferencista Invitado en varias oportunidades por el gobierno de Rusia en diversas instituciones académicas y culturales de ese país. Mario Sanoja es considerado un teórico del Socialismo Bolivariano, proyecto que concibió unido irrestrictamente a la práctica revolucionaria.  Fue precursor de la arqueología marxista en Venezuela, y de la arqueología social Latinoamericana. Recibió la Orden José María Vargas, al Mérito Académico en primera y segunda clase; la Orden Nacional del Mérito al Trabajo en su primera clase.  Recibió en 2004 y 2006 el Premio Nacional de Cultura, Mención Humanidades. En 2018  le fue otorgado el Premio Nacional de Historia y en 2019 fue designado Cronista de la Ciudad de Caracas. Alcaldía de Caracas-Cámara Municipal del Municipio Libertador. Autor de más de 70 libros entre los que destacan: Historia Sociocultural de la Economía Venezolana (2011), Del Capitalismo al Socialismo del Siglo XXI- Perspectiva desde la Antropología Crítica (2012), El Alba de la Sociedad Venezolana (2013). En coautoría con Iraida Vargas Arenas escribió los libros: Hacia una teoría de la sociedad comunal (2019), La fragua del bravo pueblo (2018), La larga marcha hacia la sociedad comunal (2015), entre muchos otros.

Iraida Vargas Arenas

 (Maracay, estado Aragua, 1942)

Antropóloga por la Universidad Central de Venezuela, Magíster en Historia Contemporánea de Venezuela, Doctora en Historia  y Geografía Cum Laude por la Universidad Complutense de Madrid. Se ha desempeñado como docente en universidades de España, México, Costa Rica y Colombia. Es investigadora emérita por parte del Ministerio del Poder Popular para la Ciencia, la Tecnología y la Innovación en nuestro país y colaboradora científica del Smithsonian Institution de Whashington DC. Desde 1967 ejerció la docencia y la investigación en el Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la UCV. Se ha desempeñado como investigadora en el área de Arqueología del Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela. Académica y conferencista dedicada al estudio de las gestas emancipadoras en Latinoamérica y el Caribe con enfoque de género. Impulsora de las teorías feministas en contextos socio políticos progresistas. Su intenso trabajo intelectual ha significado un gran aporte a la historia revisitada de Venezuela.

Ha publicado libros y artículos científicos en revistas especializadas tanto nacionales como internacionales. Autora y coautora de numerosos libros, su trabajo investigativo ha sido reconocido con el Premio Municipal de Literatura, mención ensayo Manuel Díaz Rodríguez, 1974; la Orden al Mérito Académico Dr. José María Vargas de la UCV, 1ra. Clase, 1993; y el Premio Nacional de Cultura, mención Humanidades, 2008. Entre sus trabajos de investigación se encuentran Arqueología, ciencia y sociedad (1990); Historia, identidad y poder (1993); La historia como futuro (1999); Historia, mujer, mujeres: origen y desarrollo histórico de la exclusión social en Venezuela: el caso de los colectivos femeninos, (2006); y en coautoría con Mario Sanoja, ha publicado los libros: La larga marcha hacia la sociedad comunal (2015), Razones para una revolución (2007) y Del rentismo al socialismo comunal bolivariano (2019), entre muchos otros. Así mismo, más recientemente se han reeditado los títulos: El agua y el poder. Caracas y la formación del estado colonial caraqueño 1567-1700; Resistencia y participación. La saga del pueblo venezolano; Antiguas formaciones y modos de producción venezolanos; Los hombres de la yuca y el maíz y una primera edición de Venezuela en su camino hacia el socialismo bolivariano.

Carmen Clemente Travieso

(Caracas, 1900 – 1983)

Escritora, periodista, ensayista, investigadora, militante y activista por los derechos de la mujer. Precursora del feminismo en Venezuela. Hija de Lino Clemente y Mercedes Eugenia Travieso, era la bisnieta del prócer de nuestra independencia, Lino de Clemente. Fue ávida lectora desde muy pequeña, iniciándose en las letras al elaborar historias propias a partir de los cuentos que su abuela Trinidad Domínguez de Travieso le narraba. Labró una amistad entrañable con el poeta, humorista, político y abogado Andrés Eloy Blanco, que permaneció hasta la muerte del escritor. Primera mujer en obtener el título de reportera en la Universidad Central de Venezuela, iniciándose en este oficio en 1944 al ingresar al diario Últimas Noticias. Escribió para los impresos Hoy, El Nacional, El Universal, Ahora, Últimas Noticias y en las revistas Élite, Páginas y Estampas. Su primer artículo publicado el 31 de marzo de 1936 por el periódico Ahora, estuvo dedicado a la exhortación de las mujeres venezolanas en la defensa de sus derechos sociales, económicos y políticos.  También fue la primera mujer postulada por un partido político para ejercer un cargo de elección popular, siendo candidata del Partido Comunista de Venezuela a la Asamblea Nacional Constituyente de 1946, donde las mujeres votaban por primera vez.

Pionera en la actividad periodística venezolana y como militante de izquierda, luchó contra la férrea dictadura de Juan Vicente Gómez, en apoyo a la Generación del 28, convirtiéndose en un símbolo femenino de combate, que irrumpe en los albores del siglo XX.

Estuvo activa en la reproducción, distribución y redacción de periódicos como El Imparcial, La Boina y el diario El Martillo, órgano difusor del Partido Comunista del que forma parte, creando en 1930 su primera célula femenina junto a Margot García Maldonado y Josefina Juliac. Funda la Asociación Cultural Femenina, que proponía reformas al Código Civil a favor de derechos equitativos entre hombres y mujeres, y crea la Casa de la Obrera, donde se impartían clases y se debatían temas de interés mediante la participación popular con foros y conferencias. Entre 1936 y 1948 publicaba en su página Cultura de la mujer, artículos en el contexto del insipiente feminismo de la época, cuya óptica particular se decantaba por una lucha propia, evitando la competitividad con el hombre.

Publicó los títulos: Mujeres venezolanas y otros reportajes (1951), Teresa Carreño (1953), Las Esquinas de Caracas (1956), Mujeres de la Independencia (1965), Anécdotas y leyendas de la Vieja Caracas (1971) y La Mujer en el Pasado y en el Presente (1976). Gana el Premio otorgado por la Asociación Venezolana de Periodistas en 1948, obtiene el Diploma de Honor y Medalla al Mérito Avepista en 1966 y recibe la Medalla de pionera, conferida por el Colegio Nacional de Periodistas en 1981.